Si eres un inversor que quiere sacar más rentabilidad a su dinero pero quiere seguir durmiendo tranquilo por la noche, estás en el sitio correcto. sigue leyendo.
Si tienes unos pocos ahorros a los que intentas sacarle un rendimiento te habrá pasado.
Lo único que quieres es dormir tranquilo sabiendo que has invertido correctamente tu dinero.
Pero en realidad no tienes ni pajolera idea de qué hacer.
Cuando alguien está enfermo, va al médico.
Si quiere hacerse una casa, va a un arquitecto.
Y si quiere informarse sobre qué hacer con su dinero, va al banco.
Gran error.
El banquero sólo quiere sus comisiones. La rentabilidad de tu dinero le da igual.
En la sociedad de hoy nos encontramos con un problema muy grave, casi crítico, de analfabetismo financiero. Se nos ha hecho creer que el mundo del dinero no va con nosotros, que es difícil, arriesgado, que no lo vamos a entender.
Y si quieres aprender por tu cuenta, el problema es otro. Te vas a encontrar toneladas de información de dudosa calidad, incluso contradictoria, miles de falsos “gurús” con la fórmula mágica para la “libertad financiera” y todo tipo de payasos de circo que lo que quieren es quedarse con tus ahorros.
Entonces, por qué debes hacer caso de lo que yo te pueda decir…
Algo que escasea aquí en internet es gente transparente, que vaya con la verdad por delante. Personas de las que poder fiarse.
Lo que proliferan son los charlatanes con dudosa experiencia que prometen el oro y el moro y que venden una imagen de perfección enseñado sus Rolex, Lambos y Mansiones alquiladas en Instagram.
Ese no es mi caso.
Aquí encontrarás todo lo contrario. Te hablaré de forma sincera y transparente de la cruda realidad del mercado y todo desde la experiencia de llevar cerca de dos décadas trabajando cada día en los mercados financieros.
Por eso quiero que conozcas un poco de mi historia para que puedas entender mejor de donde vienen mis conocimientos de este complejo mundo de la bolsa.
En 2015 me encontraba en la cima de la ola. Llevaba años cabalgando con éxito el mercado alcista americano y europeo que correctamente había anticipado cuando todo el mundo era muy pesimista en 2012.
Cuando me salía, el mercado caía. Cuando volvía a entrar, el mercado subía. Había conseguido el toque mágico: allí donde ponía el ojo, allí iba el mercado. Y la gente se había dado cuenta.
En marzo de ese año comencé a asesorar un vehículo de inversión de una conocida gestora de fondos española, sumándose al proyecto más de 300 clientes y más de 6 millones de euros, lo cual es una cantidad muy importante para alguien que se estrenaba como profesional en la industria de inversión siendo previamente un completo outsider.
No caminaba en la tierra sino que andaba sobre nubes, todo me estaba saliendo a pedir de boca.
Entonces el mercado cambió, dejó de subir como en los últimos años y todo empezó a salir mal. Y no hay nada peor que el trasfondo de mercado cambie y que ese cambio te pille en tu momento de mayor insensatez, es decir, cuando crees que todo te está saliendo a pedir de boca.
Cuando comencé en el nuevo vehículo de inversión, mi análisis era que el ciclo económico europeo y americano era expansivo. Y a pesar de que acerté con la economía, los mercados corrigieron con fuerza en 2015 y 2016. Ahí es donde aprendí que el ciclo tiene más fases que simplemente las de expansión y contracción de la economía.
Pensaba que estaba mentalmente preparado para aguantar malas rachas, ya que así son los mercados, ¿verdad? Pero cuando pasan 4 años en los que tu análisis económico no sirve de nada, 4 años en los que has elegido el mercado más débil para invertir, 4 años en los que pierdes clientes y el dinero se va y llueven críticas y además no terminas de ganar un duro, mientras todo el mundo está ganando dinero invirtiendo en EEUU, ya te digo yo que la cabeza comienza a fallar sí o sí.
Y cuando la cabeza comienza a fallar, las decisiones que tomas empiezan a ser estúpidas y emocionales. Hubo un momento que ya ni sabía lo que estaba haciendo. Al final de 2019 me había convertido en todo lo contrario que era 4 años antes. Ahí descubrí que los años buenos que tuve en bolsa antes de 2015 no significaban nada y, sobre todo, que las personas somos muy malas inversoras por todos los sesgos psicológicos de los que somos víctimas y que, por ello, necesitamos utilizar reglas para guiarnos por los mercados.
A finales de 2019 me rendí. Mandé una carta a los pocos inversores que me quedaban y que se titulaba "Me equivoqué", donde aparte de pedir perdón analicé todos mis errores y llegué a la conclusión de que había estado haciendo durante demasiado tiempo, algo que no estaba hecho para mí.
No me había dado cuenta por el "fragor de la batalla", pero llevaba mucho tiempo odiando lo que hacía. Llevaba mucho tiempo siendo infeliz. No sólo por los resultados, sino por la forma en que hacía lo que hacía en mi trabajo y por la forma en la que estaba viviendo.
La culpa no fue del mercado que cambió de naturaleza en 2015 cuando empecé como profesional. Lo único que hizo ese mercado lateral-bajista en Europa, fue revelar mi auténtica naturaleza. Y es ahí cuando aprendí que un inversor siempre debe fluir a favor del río de su verdadera naturaleza y capacidades.
De lo contrario, quien rema contra el río, acaba agotando sus fuerzas y termina ahogado antes o después.
Quiero impulsarte a ser mejor. Mi conocimiento no viene sólo de mis aciertos cuando los he tenido o de teorías que he leído en libros, viene de mi dura experiencia y de la búsqueda que inicié a partir de ahí por una forma de invertir más sosegada, disciplinada y racional.
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Una cifra insignificante si tenemos en cuenta la calidad de la información que se ofrece y la rentabilidad que puedes sacar de ella.
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